23 de octubre de 2011

El efecto pigmalión: el poder de las expectativas

En 1964, Robert Rosenthal inició un famoso experimento educativo. Primero, aplicó una prueba de inteligencia a un grupo de escolares. Acto seguido, dividió al grupo en dos clases, al azar. A la profesora del primer grupo le dijo que tenía a cargo a estudiantes normales; a la del segundo grupo le señaló que sus estudiantes eran chicos “situados por encima del promedio, de los que se podía esperar progresos notables”. Al final del año, Rosenthal volvió a aplicar la prueba a todos los estudiantes. El resultado fue que los chicos del grupo experimental (los falsamente descritos como superdotados ante sus profesores) habían mejorado mucho más que el grupo de comparación. Así las cosas, aunque los dos grupos eran igualmente competentes, las expectativas de sus profesores eran muy distintas.
Esto quiere decir, desde el punto de vista del profesor, que si piensas que tienes estudiantes que son muy malos académicamente hablando y que no quieren aprender, lo más probable es que eso suceda conforme a las expectativas credas. Por tanto en ocasiones se culpa de un bajo rendimiento académico a los alumnos cuando parte de culpa la tiene el profesor por las expectativas creadas.
Pero desde otro punto de vista, el alumno también aprenderá más de aquel profesor del cual opine que es una eminencia en lo suyo, aunque solamente sea una opinión; si no cuantas veces se ha producido el comentario entre alumnos el primer día de clase: con este profesor no voy a aprender nada; o, con este profesor voy a aprender más en un més que con el otro un año. Y lo curioso es que sea verdad o sea mentira, sucede conforme a las expectativas que nos creamos.

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