2 de noviembre de 2011

Qué dificil es saber lo que no se sabía

Fragmento del libro "Mal de escuela" de Daniel Pennac


Le escucho y he aquí que se lanza a una clase magistral, subido a una tarima, absolutamente seguro de sí mismo, de la que se deduce, si le comprendo bien, que la verdadera naturaleza del «ello» residiría en el eterno conflicto entre el conocimiento tal como se concibe y la ignorancia tal como se vive: la incapacidad absoluta de los profesores para comprender el estado de ignorancia en el que se cuecen sus zoquetes, puesto que ellos mismos eran buenos alumnos, al menos en la materia que enseñan. El gran defecto de los profesores sería su incapacidad para imaginarse sin saber lo que saben. Sean cuales sean las dificultades que han debido superar para adquirirlos, en cuanto los adquieren sus conocimientos se les vuleven consustanciales, los perciben corno si fueran evidencia («¡Pero es evidente, vamos!»), y no pueden imaginar que sean por completo ajenos a quienes, en ese campo preciso, viven en estado de ignorancia.
—Tú, por ejemplo, que tardaste un año en aprender la letra a, ¿puedes hoy imaginarte sin saber leer ni escribir? ¡No! Como ningún profe de mates puede imaginarse ignorando que dos y dos son cuatro. Pues bien, ¡hubo un tiempo en el que no sabías leer! Chapoteabas en el alfabeto. ¡Eras lamentable! ¿Te acuerdas de Djibuti? ¿Puedo ahora recordarte la época, no tan lejana, en la que te parecía que Alice, tu hija (hoy por hoy mayor lectora que tú), leía de muy mala gana los primeros textos que la escuela plantaba ante sus ojos de niña? ¡Imbécil! ¡Padre indigno! ¡Habías olvidado que esta dificultad era la tuya! ¡Y que, en este terreno, tú habías sido infinitamente más lento que tu hija! Pero he aquí que, adulto ya y sabiendo, el señor se mostraba impaciente con una chiquilla que estaba aprendiendo. Tu saber de profe y tu inquietud de padre sencillamente te habían hecho perder el sentido de la ignorancia.
Le escucho, le escucho. Lanzado a semejante velocidad, sé que nada podría ya detenerle.
—¡Todos los profes sois iguales! ¡Lo que os faltan son cursos de ignorancia! Os hacen pasar toda clase de exámenes y de oposiciones sobre vuestros conocimientos adquiridos, cuan do vuestra primera cualidad debiera ser la aptitud para concebir el estado de quien ignora lo que vosotros sabéis. Sueño con una prueba del CAP o de licenciatura donde se pidiera al candidato que recordase un fracaso escolar (un brusco bajón en mates, por ejemplo, a los catorce o quince años) e intentara comprender lo que le había ocurrido aquel año.
—Acusaría a su profesor de entonces.
—¡Insuficiente! Lo de que la culpa es del profe me lo conozco, lo he utilizado. Habría que exigir al candidato que buscara en lo más profundo, que realmente intentara descubrir por qué falló aquel año. Que busque en sí mismo, a su alrededor, en su cabeza, en su corazón, en su cuerpo, en sus neuronas, en sus hormonas, que busque por todas partes. Y que recuerde también cómo lo ha logrado. ¡Los medios
que ha utilizado! ¡Los famosos recursos! ¿Dónde se esconden sus recursos? ¿Qué aspecto pueden tener? Iré más allá, habría que preguntar a los aprendices de profesores las razones por las que se han consagrado a esa materia y no a otra. ¿Por qué enseñar inglés y no mates o historia? ¿Por preferencia? Pues bien, que hurguen un poco entre las materias que no prefieran. Que recuerden sus debilidades en física, su nulidad en filosofía, sus falsas excusas en gimnasia. En resumen, es preciso que quienes pretenden enseñar tengan una clara visión de su escolaridad, que sientan un poco el estado de ignorancia, si quieren tener la menor posibilidad de sacarnos de ahí.
—Si comprendo bien, ¿sugieres que los profesores se recluten entre los malos alumnos más que entre los buenos?
—¿Por qué no? Si lo han logrado y recuerdan el alumno que eran, ¿por qué no? ¡A fin de cuentas, me debes mucho!
—…
—¿No?
—…
¿No? A mí me parece que en materia de enseñanza me debes muchas cosas. Necesitaste ser un antiguo zoquete para convertirte en profe, ¿no? Sé honesto. Si hubieras brillado en clase, habrías hecho otra cosa. De hecho, has regresado al basurero de Djibuti, disfrazado de profe, para sacar de allí a otros zoquetes. ¡Y lo has conseguido gracias a mí! Porque sabías lo que yo sentía. También eso era saber, ¿no crees?




Este texto extraído del libro de Daniel Pennac "Mal de escuela" refleja lo dificil que es explicar una materia que conoces en profundidad a una persona que es principiante en ese tema. Nos remontamos a casos muy conocidos como explicarle a un niño cómo leer, o cómo atarse los cordones; por mucho que sepas cómo se hace, tienes que tener la habilidad de saber explicarlo, sino tus conocimientos sobre la materia se quedan en el aire. Por lo tanto la idea de que el profesor ha tenido que ser mal estudiante no es tan mala si hablamos de la empatía que tendrá el profesor con la situación de un alumno. Pero no necesariamente el profesor ha tenido que ser mal estudiante, ¿Quién de nosotros no ha tenido problemas en el al menos una asignatura? simplemente es recordar que sentíamos en aquel momento y qué es lo que necesitábamos del profesor, y eso que necesitábamos proporcionárselo al alumno.
Y hasta aquí  la introducción sobre el tema que trataremos el viernes acerca del fragmento del libro que más nos haya gustado.

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